Claudio Naranjo fue un escritor chileno y un magnifico psiquiatra que además destacó por su gran sabiduría, una sabiduría más allá de la simple intelectualidad que aportó dejándonos un gran conocimiento de la vida y las bases para hacer un arte de vivir viviendo libres y ayudando a vivir a los demás.

Naranjo que fué pionero y máximo referente de la psicología transpersonal, estudió en Harvard, donde fue alumno de Gordon Allport y recibió influencias de David McClelland y de Raymond Cattell. Fue investigador adjunto en el Instituto de Investigación y Evaluación de la Personalidad (Institute of Personality Assessment and Research - IPAR), y dirigió investigaciones sobre la psicología de los valores.

También, fue alumno de Fritz Perls, el fundador de la terapia Gestalt, después trabajó con chamanes -fue amigo de Carlos Castaneda- y estudió budismo zen y budismo tibetano.

Claudio Benjamín Naranjo Cohen, falleció en julio de 2019.

Para Naranjo vivimos en un trance, atrapados en una educación que solo enseña a competir y conquistar, pero no enseña a amar y desarrollar una vida interna sensible a la belleza. Actualmente la educación está enfocada en la razón y no en el corazón y el instinto -Naranjo propone una educación para “tricerebrados”, en la que no se contemple sólo el cerebro racional-. Según el terapeuta chileno antes existía una sociedad precivilizada más colaborativa que competitiva y que en la actualidad vivimos en un mundo en el que se ha “prohibido lo primitivo”. Con esto se reprime también el instinto, la espontaneidad del cuerpo, lo que en otra parte el llama lo dionisíaco, ese contacto directo con la fuente de la vida, con el torrente existencial.

El problema de nuestro sufrimiento, de nuestra neurosis universal -que ya diagnosticó Freud- parte de nuestra infancia; ejercemos violencia contra los niños y les proyectamos la dureza que cargamos con nosotros, Naranjo definió a un niño como “un ser que nació libre que poco a poco es domesticado a través del miedo… la palabra que más escucha el niño es el ‘no’“. Más que comprender, los padres amenazan y reprueban para educar. Naranjo veía con admiración lo que decía Dostoyevski, quien, a causa del enorme respeto que sentía por los niños, les decía siempre la verdad.

Un tema importante tiene que ver con la noción que heredamos en parte de la idea del pecado original, de que existe una maldad que se debe detener o reprimir. Así, los padres intentan reprimir los brotes incivilizados, la energía indómita y la exploración natural de los niños. Los padres sucumben a la tentación de hacerse respetar, de sentir que mandan. El sentido de la máxima religiosa “Honrarás a tus padres”, dijo Naranjo, es el amor, no la autoridad.

Si el problema está en la educación, entonces está también en los educadores, en los padres. Según Naranjo, los padres no suelen tener una plenitud de amor para darle a sus hijos. Se hace urgente que cada uno de nosotros realicemos una búsqueda personal hacia la plenitud, para poder verter ésta en los demás. La solución para acabar con este ciclo de amargura y represión parece estar en lo que Naranjo llama una “retribalización sanadora“. De acuerdo con sus observaciones, actualmente la psicoterapia progresa más en las técnicas grupales, pues es con los otros que se abandonan los patrones de la infancia y se puede procesar el pasado y resignificarlo. Las relaciones íntimas y sinceras con otras personas nos estimulan a “no desconocer la verdad propia, a no hacernos ciegos de lo que nos está pasando”

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