Ayudar a los demás provoca una reacción cerebral que disminuye el dolor físico y tiene un efecto analgésico. El altruismo reduce el dolor de las personas que ayudan a los demás sin esperar nada a cambio. Sentir además que su ayuda ha sido útil incrementa este efecto analgésico y se puede utilizar con fines terapéuticos.

 

Tener comportamientos altruistas con los demás hace que las personas se sientan bien y que el cerebro produzca sustancias químicas como la dopamina que aumenta los buenos sentimientos y el bienestar. Además, una nueva investigación añade beneficios nuevos a este comportamiento pues también puede aliviar la sensación de dolor físico a las personas con un alto grado de empatía por los demás.

Según un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, investigadores chinos han descubierto que las personas que ayudan a otros sin esperar nada a cambio sufren menos cuando tienen una experiencia dolorosa, el informe desvela que hay mecanismos neuronales subyacentes que producen un efecto atenuador del dolor asociados al comportamiento altruista.

 

Los autores de la investigación llevaron a cabo cuatro experimentos que les condujeron a asignar este nuevo beneficio a ser buena persona.

 

En un primer experimento, pidieron a un grupo de personas que donaran sangre después de un terremoto para pedirles inmediatamente después su puntuación a un dolor leve que les produjeron en laboratorio.

La misma cuestión se planteó a otro grupo de personas que donaron sangre sin que hubiese ninguna catástrofe reciente.

Los investigadores descubrieron que las personas que se ofrecieron después de un terremoto notaron que el dolor inducido en el laboratorio era más suave que el que indicaban los sujetos del grupo que había donado sin necesidad de que hubiese algún desastre.

Para el segundo experimento, se convenció a un grupo de voluntarios para que revisaran un manual para niños inmigrantes sin recibir ninguna compensación a cambio y a otro grupo se le hizo revisar el mismo manual, pero por obligación. Algunos miembros de este segundo grupo directamente se negaron a revisar el manual.

 

Durante este experimento, los participantes estuvieron expuestos al frío ambiental. Los investigadores descubrieron que las personas que colaboraron gratuitamente sentían menos frío que las que lo hicieron por obligación o se negaron.

 

Para el tercer experimento, los investigadores trabajaron con personas con cáncer que padecían los dolores propios de su enfermedad. Crearon dos grupos, los componentes de uno ayudarían a otros pacientes con su misma enfermedad durante siete días y los del otro grupo no. Al final del experimento descubrieron que cuando estos pacientes ayudaban a otros enfermos, sentían menos dolor.

 

Para el cuarto experimento, los investigadores primero pidieron a un grupo de voluntarios que donasen dinero para ayudar a niños huérfanos a lo que unos accedieron y otros no.

 

A continuación se sometió a todos los voluntarios a ligeras descargas eléctricas mientras observaban sus cerebros mediante imágenes de resonancia magnética para descubrir que la reacción cerebral al dolor era menor en los voluntarios que habían donado algo de dinero.

El cerebro registra menos dolor en los voluntarios altruistas, el grupo de neuronas que activan o desactivan el dolor, reacionan de un modo diferente si hay una actitud altruista en la persona que padece dolor, las áreas corticales clásicas relacionadas con el dolor, lo reducen.

Los investigadores concluyen que existe una reacción proporcional inversa, cuando un voluntario sentía que su ayuda había sido útil a otra persona la reacción cerebral al dolor era menos intensa.

 

El estudio concluye que el comportamiento altruista puede reducir la sensación de dolor al generar ganancias intangibles para las personas solidarias a través de procesos psicológicos mejorados. Esto les permite afrontar situaciones y circunstancias adversas con una nueva perspectiva proporcionando además un método sin efectos secundarios y gratuito para paliar el dolor ayudando a los demás.

 

Según investigaciones anteriores, el altruismo tiene un origen genético y se despierta sobre los 18 meses en seres humanos. Además, las personas altruistas tienen un mayor volumen de materia gris en el cerebro y que en los niños el comportamiento altruista mejora el equilibrio fisiológico.

 

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